Galipienzo acusa a sus asesores municipales, la arquitecta Nuria Alás y el gerente Jesús Marco, de ser los responsables de la recalificación fraudulenta de la parcela para el apartahotel, pero al llegar al juicio se estrechan calurosamente las manos y hablan distendidamente, como amigos de toda la vida. Incluso Galipienzo, cuando ve entrar a la arquitecta (llegó más de media hora tarde al juicio), se levanta como si estuviera en una taberna y le planta dos besos. Teniendo en cuenta que, según su declaración, la negligencia de ambos explicaría la trama (y su acusación por cohecho), parece muy extraño tal grado de afinidad. Y viceversa, que Marco mantenga que advirtió al alcalde de la ilegalidad que estaba cometiendo y aún así no le hizo caso y que , como consecuencia de ello (según su declaración), se siente ahora en el banquillo de los acusados, tampoco cuadra con que aún se tengan ese aprecio.
El ex alcalde afirmó también ante el Tribunal que no intermedió con Concepción Flores (llamémosla Conchita) para comprar la parcela, pero él vestido de azul y ella de luto, conversan amigablemente en el hall de la sala de vistas antes de iniciarse la sesión. Es evidente que se conocen de algo más que de este espinoso asunto en el que uno mantiene que es inocente porque es estúpido (no le parecía incompatible ser alcalde de Egüés y promotor inmobiliario en la misma localidad), y la otra, con mueca permanente de directora de internado, asegura desconocer que esos terrenos iban a ser edificados (ella creía que se levantaría una residencia de alto standing). Ambos saben que mienten y se ríen, 138.000 euros de por medio (la comisión que cobró Galipienzo de Flores por la venta del terreno) lo atestiguan.
¡Y qué decir de Emilio Izquierdo y Conchita! El uno justifica la opacidad de la operación (Aricam no compró directamente los terrenos a Flores sino que lo hizo a través de una empresa interpuesta, Salud Laboral 3.000) para que la otra, propietaria de Construcciones Flores, no se enterara de que la competencia le birlaba los terrenos. Y ambos, quizá por ser del gremio, debaten sobre la marcha de la vista en un pequeño receso entre risas disimuladas.
A ellos se une Luis Galo Barahona, que mantiene que él sólo pasaba por allí, que no sabe nada de la trama y, si se lo preguntaran, diría hasta que nunca ha visto al resto de encausados. El director general del Grupo Aricam entre julio de 2002 y septiembre de 2006 negó tajantemente ante el juez cualquier vinculación con la operación de Gorraiz y eso, según hizo constar la acción popular, “a pesar de que su firma aparece en un contrato de RMA Urbana” (la sociedad administrada por Ruiz Bartolomé pero propiedad de Galipienzo). Quizá su experiencia como senador del PP por Burgos en los tiempos de Aznar le haya dado la capacidad de creerse sus propias mentiras, pero afirmó que no participó “en ninguna decisión relacionada con la operación”.
Pero lo de José Luís Ruiz Bartolomé e Ignacio Galipienzo ya es para mondarse. Es normal, ambos se lucraron con este fraude urbanístico y están convencidos de que no van a pringar. Llegaron juntos al Palacio de Justicia (media hora antes del juicio). Con paso seguro, tranquilo y acompañados por sus abogados, lucían sonrisa en la cara y transmitían autosuficiencia. El uno le abrió la puerta al otro y ambos se cedieron el paso caballerosamente. Y eso que Ruiz Bartolomé, testaferro del ex alcalde en la empresa RMA Urbana, acusó a Galipienzo, al que se dirigió con el nombre cariñoso de “Iñaki”, de ser el cerebro del delito. Dijo que él “pergeñó la operación y se facturó a través de RMA Urbana, porque era mi instrumento fiscal", aunque, eso sí, él tampoco vio nada raro en que el alcalde fuera también promotor. “Decía que no tenía dedicación exclusiva en la alcaldía y yo no era consciente de que hubiera que conceder una licencia especial”. Para triunfar tanto en los negocios, ninguno de los dos parece un “lumbreras”…. ¿Qué dice UPN?
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